28-oct. Nadie puede arrogarse esta dignidad: es Dios quien llama (Hbr 5,1)


Cuando alguien reclama para sí algo que no le corresponde estamos cometiendo dos grandes errores, que yo llamaría pecados: por un lado estamos haciendo lo que Dios no quiere, porque si quisiera, nos lo habría pedido a nosotros y no a nuestro hermano, a nuestro vecino, a nuestro compañero…; por otro, desatendemos lo que Dios quiere de nosotros, porque ya no tenemos ni tiempo, ni fuerzas, ni alegría. Resulta en ocasiones más «bonito» lo que le toca a otros, aunque es un engaño. Como cuando tienes exámenes y en lugar de estar centrado, te interesa leer otras muchas cosas. Nunca antes te importó, hata ese momento. Por eso creo que esta Palabra dada en Hebreos es fundamental para la vida. ¿Qué es lo que Dios me pide? Porque ahí está mi sacerdocio. El sacerdocio de los presbíteros, también el sacerdocio común de todos los bautizados. En esta mediación precisamente, en esta capacidad de diálogo con Dios personal, en nuestra participación e integración dentro del Cuerpo, en asumir y acoger nuestro ministerio para bien de todos.

En mi reflexión personal, hace falta en la iglesia reordenar y colocarse cada uno en su lugar. Esto sería una excelente cultura vocacional. Para laicos y para sacerdotes. Para matrimonios y para consagrados. Para niños, jóvenes, adultos y mayores. Todos tienen un lugar. Nadie sobra, nadie está de más. Cada uno viviendo su vocación. Y no hay mejor modo de construir iglesia que éste. Y no hay mejor modo de participar del Reino que éste. Una tarea discernida, de diálogo. Porque el don que Dios ofrece con la propia vocación no trata sólo de una misión, sino que da identidad y constituye internamente, ofrece un nombre nuevo y una dignidad, es decir, renueva la persona y la hace digna de aquello a lo que ha sido llamada. Nos da la posibilidad de vernos en comunión, valorando en otros lo mismo que Dios ha hecho con nosotros. Hace falta, cada día, volver a escuchar esta llamada y resituarse. ¿Cuál es tu sitio? ¿Quién te pidió que estuvieras ahí?

Deja un comentario