No sé cómo decirlo, pero me ha resultado paradójico escuchar hoy que “sentarse a calcular” signifique, no tanto ver cuánto tengo para poder construir, como cuánto debo dejar, de cuánto me tengo que desprender, qué tengo que vivir con entera libertad y sin ataduras. Hacer cuentas implica mayor austeridad, para poder ganarlo todo, abrir más las manos para soltar y abrazar una vida nueva llevando la cruz.
Algo de locura sí que hay en todo esto. Que el Maestro anuncie, sin reparos a los suyos, que vivir cristianamente pasa por necesidad a través de la Cruz, que asemejarse compartir su vida atraviesa esta puerta estrecha… ¡tiene mucho de locura! Lo suyo sería, Señor Jesús, verder la salvación de otro modo, para que así nos decidamos con más ímpetu y con mayor pasión, con más gusto inicial. Pero no, el Señor no conoce del marketing moderno ni de las lógicas del mercado que nos ha llevado a la crisis en todos los sentidos. Se trata, parece decir desde el inicio, de disponer de todo el amor del mundo desde el principio, para amarlo todo sin medida. Incluso la cruz. Se trata de llevar la Cruz detrás del Maestro; no tnato llevarla en el cuello, o en el llavero, como una de tantas cosas, sino de cargar con ella sintiendo su peso, la exigencia que comporta. Se trata de un aviso, y nada más que eso, que nos hace pensar que todo aquel que es capaz de llevar la Cruz no está solo, porque no está en sus fuerzas. Y si no, ¡siéntate a hacer cuentas y verás! Descubrirás que cuando te has abrazado a ella con decisión nunca has estado solo.