1.sep – Fijáos en vuestra comunidad (1Cor 1,26)


Conviene mirar, saber qué hay. Dejar de ensoñamientos que no llevan a nada, y tocar palpando la humanidad. Pablo nos invita hoy a otear el horizonte más cercano que tenemos. El de nuestros prójimos, el de nuestra comunidad, el de la asamblea. Conocer bien a las personas que tenemos cerca. ¿Qué encontramos? ¡Sin falsear! Nos toparemos con debilidad, con sufrimientos, con mediocridades. Nos daremos cuenta de que no son perfectos, que caen, que se equivocan, que pecan. Abriremos los ojos bien, todo cuanto podamos, y reconoceremos que tienen mucho en lo que mejorar y andan en no pocas ocasiones errabundos. ¿Y nosotros, los que miramos? ¡Igual que ellos! ¡Somos parte del mismo cuerpo, parte de la comunidad, parte de la humanidad! ¡Qué grande!

Pero siendo débiles, han sido elegidos. Siendo pecadores, se les da la salvación y la gracia. Siendo pocos, se adelantan a muchos. Siendo imperfectos, conocen la perfección del amor. Siendo despreciables para el mundo, criticables por los cuatro costados, condenables a la marginación por su poca valía, han sido amados por Dios hasta el extremo. Y eso les hace únicos, les da fuerzas para levantarse, les empuja a vivir de modo diferente. La comunidad, el pueblo de Dios, no se distingue por su perfección sino por la elección de Dios y el tesoro que porta. Quienes miran poco sólo ven hombres, quienes se abren a la fe se adentran en un Misterio de Amor y de Salvación.

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