12-dic. Venid a mí (Mt 11,25)


No hay día malo para escuchar esta palabra, y esta llamada de Dios. «Venid a mí todos los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.» Podemos tener días más o menos sensibles a otros textos del Evangelio, pero escuchar esta Palabra, sencilla y directa, sólo escucharla sin más, ya ofrece aquello que promete. Para estar con Dios, para descansar en su presencia no tengo ni que salir de casa, ni que hacer un viaje eterno, ni que sacrificar las horas del día, ni que hacer maletas en las que prevenir lo que sucederá. Para estar con Dios basta, como hoy, escucharle. Porque escuchando, haz la prueba, estamos cerca. Otra cosa sería que tú leyeses esta Palabra para ti mismo, sin dejar que sea Dios quien te la proclame, pronuncie, cante, susurre, grite. Lo que sea, con tal de que no sea tu voz, ni tu creatividad, sino que Dios mismo venga en ella.

Cuando escucho «venid a mí», inmediatamente encuentro «cargad con mi yugo». La cosa cambia, según parece. Es como si Dios nos invitase, más que a descansar, a seguir en las tareas, a continuar con la labor de cada día, a prolongar el cansancio. Y no nos engaña, ni nos miente. Ni promete con adulación. Pero sigue siendo un misterio. Descansar, en el lenguaje del Evangelio, va de la mano de dejar que Dios haga las cosas que tenemos entre manos, que lleve las riendas, que mueva los hilos, que despeje los obstáculos. No nos invita ni al refugio fácil, ni a la huida cómoda. Sino al trabajo de cada día, pero acompañado. Siendo él, una vez más, quien cargue con el peso del yugo compartido. Porque siempre, y no aprendemos, lo que es de Dios es más ligero y más llevadero que lo que el hombre intenta cargar por sí mismo, y las cosas de Dios son más dulces que los caramelos que nos prometemos a nosotros mismos para dar sabor a cuanto hacemos. Lo de Dios, y no otra cosa, será nuestro descanso. El resto, pasiones y agitaciones, desvelos y desencantos.

Encontraréis descanso (Mt 11,25)


En ocasiones nos cansamos, y en el descanso lo que encontramos es aburrimiento. Salir del aburrimiento requiere entonces gran esfuerzo. Lo sé por mí mismo, también por la gente que me rodea. Y así muchas veces. Dios nos debe ver divertidos y agitados, algunas veces poco equilibrados.  Hoy nos invita a su descanso, que tiene dos formas: la de la sencillez y la de la humildad. Su sencillez, para nuestra cabeza, que es amar sin descanso una y otra vez, teniendo claro así lo que tenemos que hacer y no darle vueltas y vueltas a las cosas sin tirar hacia ningún sitio. Y humildad, porque para llegar a este descanso y resposo, no podemos solos. En resumidas cuentas, aprender de Él.